Una tesis de UPV/EHU aborda la gestión y consecuencias de dicha pandemia desde el punto de vista pediátrico
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Domingo 24 de noviembre de 2013
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Con el otoño a la vuelta de la esquina y una nueva variante de gripe acechándonos, la presentación de un estudio que analiza la gestión de la crisis de la gripe A en 2009 resulta, al menos, oportuna.
La pediatra Eider Oñate acaba de defender una tesis en la que analiza cómo afectó el virus H1N1 a la población infantil de Gipuzkoa en ese periodo. Qué se hizo bien, qué mal, si los servicios de salud se dejaron llevar por la alarma social y no por criterios exclusivamente clínicos a la hora de decidir hospitalizaciones. La doctora Oñate ha analizado la información recogida durante la pandemia para dar respuesta a todas esas cuestiones, respuestas que pueden ser útiles para hacer frente a una situación parecida en el futuro.
“La alarma de las autoridades sanitarias estuvo justificada en base a presupuestos teóricos, pero, afortunadamente, la pandemia no resultó tan grave como se esperaba”, recuerda la pediatra Eider Oñate, desde su lugar de trabajo en la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos del Hospital Universitario Donostia. Sabe de lo que habla. Estuvo en primera línea de fuego durante la crisis de la gripe A del año 2009. “Lo que hubiese sido inexcusable sería que no se hubiesen adoptado las medidas que se tomaron y tal prudencia hubiese causado muchas víctimas evitables”. Oñate ha querido cuantificar el impacto de la pandemia en la población pediátrica de Gipuzkoa, tanto durante, como en las épocas anteriores y posteriores a la aparición y diseminación del virus H1N1.
La pediatra Eider Oñate acaba de defender una tesis en la que analiza cómo afectó el virus H1N1 a la población infantil de Gipuzkoa en ese periodo. Qué se hizo bien, qué mal, si los servicios de salud se dejaron llevar por la alarma social y no por criterios exclusivamente clínicos a la hora de decidir hospitalizaciones. La doctora Oñate ha analizado la información recogida durante la pandemia para dar respuesta a todas esas cuestiones, respuestas que pueden ser útiles para hacer frente a una situación parecida en el futuro.
“La alarma de las autoridades sanitarias estuvo justificada en base a presupuestos teóricos, pero, afortunadamente, la pandemia no resultó tan grave como se esperaba”, recuerda la pediatra Eider Oñate, desde su lugar de trabajo en la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos del Hospital Universitario Donostia. Sabe de lo que habla. Estuvo en primera línea de fuego durante la crisis de la gripe A del año 2009. “Lo que hubiese sido inexcusable sería que no se hubiesen adoptado las medidas que se tomaron y tal prudencia hubiese causado muchas víctimas evitables”. Oñate ha querido cuantificar el impacto de la pandemia en la población pediátrica de Gipuzkoa, tanto durante, como en las épocas anteriores y posteriores a la aparición y diseminación del virus H1N1.
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Los resultados los recoge en la tesis Características clínicas y epidemiológicas de los niños hospitalizados por infección por virus influenza durante la pandemia del año 2009 en Gipuzkoa: comparación con la época pre y post pandémica. La investigación ha confirmado que, en ese tramo de población (a priori uno de los grupos de riesgo), la incidencia de este subtipo de la gripe influenza fue similar comparada con la de la gripe estacional, si bien los niños más mayores y los adultos jóvenes fueron los que mayoritariamente fueron afectados.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) decretó la “pandemia en curso” en junio de 2009 y se activaron en los hospitales una serie de protocolos que obligaban a estudiar a fondo todos los casos de niños sospechosos de estar infectados por la gripe A. La recogida de una información que en situaciones normales no se obtiene, ofreció la oportunidad de estudiar por primera vez, en un sistema sanitario organizado y con recursos para el diagnóstico viral, el impacto del nuevo virus en la población y en la asistencia sanitaria y su comportamiento clínico y epidemiológico. Se trataba además de un escenario que no se repetía desde 1968, fecha de la última pandemia gripal provocada por la aparición de una nueva cepa de virus influenza A.
Consecuencias de la alarma social
La conclusión que se extrae del análisis de datos señala que la gripe A ocasionó mayoritariamente cuadros leves, incluso en pacientes pertenecientes a grupos de riesgo, y la mortalidad, como en la gripe no pandémica, fue baja y menor de lo esperada. A pesar de ello, el estudio ha constatado también, comparando datos anteriores y posteriores a la pandemia, que se produjo un sustancial aumento de las consultas en los servicios de urgencias y un incremento de las hospitalizaciones. “La alarma social tuvo mucho que ver”, confiesa Oñate. “No solo cambió la actitud de la población, sino también la práctica clínica habitual de los médicos pediatras”. Así, continúa Oñate, al tratar, por ejemplo, un niño asmático con gripe A se actuaba de modo diferente, sin basarse tanto en la clínica. Habitualmente, un niño con asma y gripe común sin ninguna dificultad respiratoria se manda a casa, pero durante la pandemia lo habitual fue el ingreso preventivo.
Al margen de polémicas sobre si la magnitud real de la crisis se vio distorsionada por factores externos al ámbito sanitario, Oñate recalca que la experiencia adquirida tras la primera pandemia del siglo XXI por el virus de la gripe A H1N1 pandémica, permitirá establecer nuevas estrategias diagnóstico-terapéuticas en los próximos años. Primero, no dejarse llevar por la alarma. Asimismo, habría que revisar y valorar a la luz de la nueva experiencia las estrategias de uso de los antivirales, entre ellos el famoso Oseltamivir, de eficacia demostrada solo en situaciones puntuales. A nivel práctico sería necesario disponer de métodos de diagnóstico rápido suficientemente sensibles y fiables para detectar la gripe, lo que evitaría pruebas agresivas.
La historia demuestra que, tarde o temprano, se producirá otra pandemia. “Nadie sabe cuándo se va a volver a producir, pero ahora estamos mejor preparados”, declara la pediatra, pero advierte. “Sí, puede producirse una tan virulenta como la de 1918. En esas situaciones hay que impedir el contagio y evitar la diseminación”. La pediatra señala Asia como posible foco donde surja y subraya la importancia de la red de vigilancia mundial para detectar a tiempo la aparición de nuevas cepas. “No hay que tener miedo a la gripe, pero sí es importante que las personas en quienes esté indicado se vacunen”, termina.
Sobre la autora
Eider Oñate Vergara (San Sebastián, 1978) es médico adjunto en la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos en el Hospital Universitario Donostia-San Sebastián. Su investigación se ha llevado a cabo en el ámbito de las áreas de hospitalización del Servicio de Pediatría y en el Servicio de Microbiología. Han dirigido su tesis el profesor Eduardo González Pérez-Yarza, jefe del Servicio de Pediatría Hospital Universitario Donostia-San Sebastián, profesor titular de la Facultad de Medicina y Odontología. Universidad del País Vasco UPV/EHU y editor jefe de la revista Anales de Pediatría (Asociación Española de Pediatría), y el profesor Emilio Pérez-Trallero. jefe de grupo del CIBER de Enfermedades Respiratorias, jefe del Servicio de Microbiología del Hospital Donostia en San Sebastián y catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Facultad de Medicina de la Universidad del País Vasco UPV/EHU.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) decretó la “pandemia en curso” en junio de 2009 y se activaron en los hospitales una serie de protocolos que obligaban a estudiar a fondo todos los casos de niños sospechosos de estar infectados por la gripe A. La recogida de una información que en situaciones normales no se obtiene, ofreció la oportunidad de estudiar por primera vez, en un sistema sanitario organizado y con recursos para el diagnóstico viral, el impacto del nuevo virus en la población y en la asistencia sanitaria y su comportamiento clínico y epidemiológico. Se trataba además de un escenario que no se repetía desde 1968, fecha de la última pandemia gripal provocada por la aparición de una nueva cepa de virus influenza A.
Consecuencias de la alarma social
La conclusión que se extrae del análisis de datos señala que la gripe A ocasionó mayoritariamente cuadros leves, incluso en pacientes pertenecientes a grupos de riesgo, y la mortalidad, como en la gripe no pandémica, fue baja y menor de lo esperada. A pesar de ello, el estudio ha constatado también, comparando datos anteriores y posteriores a la pandemia, que se produjo un sustancial aumento de las consultas en los servicios de urgencias y un incremento de las hospitalizaciones. “La alarma social tuvo mucho que ver”, confiesa Oñate. “No solo cambió la actitud de la población, sino también la práctica clínica habitual de los médicos pediatras”. Así, continúa Oñate, al tratar, por ejemplo, un niño asmático con gripe A se actuaba de modo diferente, sin basarse tanto en la clínica. Habitualmente, un niño con asma y gripe común sin ninguna dificultad respiratoria se manda a casa, pero durante la pandemia lo habitual fue el ingreso preventivo.
Al margen de polémicas sobre si la magnitud real de la crisis se vio distorsionada por factores externos al ámbito sanitario, Oñate recalca que la experiencia adquirida tras la primera pandemia del siglo XXI por el virus de la gripe A H1N1 pandémica, permitirá establecer nuevas estrategias diagnóstico-terapéuticas en los próximos años. Primero, no dejarse llevar por la alarma. Asimismo, habría que revisar y valorar a la luz de la nueva experiencia las estrategias de uso de los antivirales, entre ellos el famoso Oseltamivir, de eficacia demostrada solo en situaciones puntuales. A nivel práctico sería necesario disponer de métodos de diagnóstico rápido suficientemente sensibles y fiables para detectar la gripe, lo que evitaría pruebas agresivas.
La historia demuestra que, tarde o temprano, se producirá otra pandemia. “Nadie sabe cuándo se va a volver a producir, pero ahora estamos mejor preparados”, declara la pediatra, pero advierte. “Sí, puede producirse una tan virulenta como la de 1918. En esas situaciones hay que impedir el contagio y evitar la diseminación”. La pediatra señala Asia como posible foco donde surja y subraya la importancia de la red de vigilancia mundial para detectar a tiempo la aparición de nuevas cepas. “No hay que tener miedo a la gripe, pero sí es importante que las personas en quienes esté indicado se vacunen”, termina.
Sobre la autora
Eider Oñate Vergara (San Sebastián, 1978) es médico adjunto en la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos en el Hospital Universitario Donostia-San Sebastián. Su investigación se ha llevado a cabo en el ámbito de las áreas de hospitalización del Servicio de Pediatría y en el Servicio de Microbiología. Han dirigido su tesis el profesor Eduardo González Pérez-Yarza, jefe del Servicio de Pediatría Hospital Universitario Donostia-San Sebastián, profesor titular de la Facultad de Medicina y Odontología. Universidad del País Vasco UPV/EHU y editor jefe de la revista Anales de Pediatría (Asociación Española de Pediatría), y el profesor Emilio Pérez-Trallero. jefe de grupo del CIBER de Enfermedades Respiratorias, jefe del Servicio de Microbiología del Hospital Donostia en San Sebastián y catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Facultad de Medicina de la Universidad del País Vasco UPV/EHU.
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