Radio San Sebastián: HISTORIA DE LA ASTROLOGÍA: CIENCIA Y MAGIA DE LAS ESTRELLAS
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HISTORIA DE LA ASTROLOGÍA: CIENCIA Y MAGIA DE LAS ESTRELLAS


Desde hace miles años el hombre ha tenido conciencia de los fenómenos cósmicos que le rodeaban. En los documentos legados por los antiguos babilonios, los primeros balbuceos de la civilización, la astrología reposa en el límite entre la ciencia y la magia.

Domingo 5 de agosto de 2012 | NACHO ARES (SER HISTORIA)

Mesopotamia, la tierra que fluye entre los ríos Tigris y Éufrates -el actual Irak-, fue la cuna de civilizaciones tan importantes como la sumeria (3350 a. de C.), la akkadia (2284 a. de C.), la babilonia (1800 a. de C.), o la asiria (1250 a. de C.). En esta gigantesca franja de terreno se dieron todos los componentes necesarios para el despegue súbito y repentino de varias de estas culturas hasta un estadio evolutivo inimaginable. El origen de estos componentes permanece, por otra parte, ignorado en el comienzo de los tiempos: hasta hoy, las investigaciones no han proporcionado respuestas suficientes para contestar un examen exhaustivo sobre el nacimiento de la humanidad en esta región del planeta.

La primera mirada al cielo

En la Antigüedad, el Hombre creía que todo cuanto acontecía sobre la faz de la Tierra era debido a una correspondencia paralela con los fenómenos, en principio sobrenaturales, que se producían en el cielo. Esta tendencia a interpretar como incidencias de causa-efecto, observada en muchas culturas antiguas como la egipcia o la americana, estuvo, sin embargo, mucho más desarrollada en Mesopotamia.

Desde el comienzo, en esta ciudad existía la creencia de que la posición de los astros en el cielo determinaba de forma exacta los deseos o intenciones de los dioses ya que éstos vivían, precisamente, allí arriba. No en vano, los babilonios pensaban que el cielo era una media naranja colocada sobre la Tierra, a través de la cual los dioses mandaban las lluvias a su antojo. De esta manera, el futuro de las personas y de todos los objetos terrestres estaba ligado de forma directa a la posición de las estrellas en el cielo, un cielo que imaginaban de metal al ser común la precipitación de piedras de esta naturaleza sobre la Tierra.

La astrología, pues, fue una de las primeras lecturas que el Hombre hizo de su entorno natural. La extrema nitidez del cielo mesopotámico y el brillo especial que desprenden allí las estrellas dieron pie a que, en Babilonia, apareciera el primer libro de astrología, y con un tamaño fuera de lo común: el propio cielo.

El nacimiento divino

Según cuenta el filósofo griego Sexto Empírico que vivió en el siglo III d. de C., los antiguos astrólogos babilonios eran capaces de predecir los acontecimientos más destacados que iban a marcar la vida de una persona, sólo con observar la ubicación de las estrellas en el preciso momento de su nacimiento.

Esta es la razón por la que diferentes personajes ilustres de la Antigüedad ya eran muy populares en su tiempo, incluso antes de haberse despegado del regazo de sus madres. Casos conocidos como los del rey persa Mitrídates (ca. 280 a. de C.), el emperador romano Servio Tulio (146-211 d. de C.), o el del mismo Jesús de Nazaret, que lograron la fama por haber disfrutado de la presencia de una estrella determinada o una conjunción favorable de planetas en el instante justo de su nacimiento, son buenos ejemplos de lo que decimos. Que en nuestra cultura occidental del siglo XX sigamos diciendo que una persona tiene "buena estrella" no es casualidad, sino una clara reminiscencia de los primeros astrólogos mesopotámicos de hace más de cinco mil años. Con ellos nació la astrología y de forma indirecta se dieron pasos de gigante en el estudio de la moderna astronomía, es decir, el estudio científico del movimiento de las estrellas y planetas.

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