El 81% reconoce llevarse algún “recuerdo”, desde champús a ordenadores
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Domingo 5 de enero de 2014
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No es nada nuevo que muchos clientes de hotel se lleven “de recuerdo” los pequeños botes de champú, los jaboncillos o hasta los horrorosos gorros de ducha que se ofrecen en casi todos los cuartos de baño. Tampoco sorprende demasiado saber que, además, se añade alguna toalla o un cenicero (cuando había ceniceros en las habitaciones) al lote. Pero en la última encuesta del buscador de vuelos y hoteles Jetcost se descubren datos un poco más sorprendentes. Y es que, aunque se considera que amenities, frutas y dulces son obsequios del hotel hacia el cliente, no lo son tanto las bandejas o cestillos en los que se ofrecen, que también suelen desaparecer.
Las 10 cosas que más se “roban” en los hoteles:
1 | Amenities del cuarto de baño (incluyendo a veces la bandeja o cestito donde se ofrecen).
2 | Toallas, sobre todo las más grandes.
3 | Bombillas, pilas de los manos a distancia...
4 | Objetos de papelería, bolígrafos, cuadernitos, revistas, Biblias...
5 | Flores y frutas, incluyendo los jarrones o cestos.
6 | Botellas de licor del minibar, se beben y no se declaran o se rellenan con otros líquidos.
7 | Piezas de cerámica, cubertería, vasos y copas.
8 | Interiores de almohadas y edredones.
9 | Toalleros, secadores de pelo, espejos...
10 | Aparatos eléctricos: planchas, relojes, apliques, DVDs...
Las 10 cosas que más se “roban” en los hoteles:
1 | Amenities del cuarto de baño (incluyendo a veces la bandeja o cestito donde se ofrecen).
2 | Toallas, sobre todo las más grandes.
3 | Bombillas, pilas de los manos a distancia...
4 | Objetos de papelería, bolígrafos, cuadernitos, revistas, Biblias...
5 | Flores y frutas, incluyendo los jarrones o cestos.
6 | Botellas de licor del minibar, se beben y no se declaran o se rellenan con otros líquidos.
7 | Piezas de cerámica, cubertería, vasos y copas.
8 | Interiores de almohadas y edredones.
9 | Toalleros, secadores de pelo, espejos...
10 | Aparatos eléctricos: planchas, relojes, apliques, DVDs...
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Otros hurtos tienen menos explicación. Hay clientes, por ejemplo, que se llevan las pilas del mando a distancia, y a veces el propio mando aunque no tiene ninguna utilidad fuera de la habitación, o que desenroscan las bombillas de las lámparas, o se lleven la Biblia en varios idiomas que se encuentra en el cajón de la mesilla (pese a que en alguno de sus capítulos de incluya el séptimo mandamiento). Los hay incluso que arramplan con alguna almohada o manta del armario. Y algunos habituales dan el cambiazo y se llevan el interior del edredón o de la almohada, de pluma y dejan otro de menor calidad. Lo chocante es que en muchos casos esos objetos valen apenas unos euros, o incluso unos céntimos, cuando la habitación del hotel ha costado 100 o más euros por noche.
Pero la audacia de algunos ladrones de hotel aficionados tiene a veces el estilo de auténticos profesionales. Un veterano conserje de uno de los hoteles de lujo más conocidos de Madrid contaba la “hazaña” de un cliente habitual. El hombre se había encaprichado de la percha planchador de pantalones que había en las mejores habitaciones y se propuso llevarse una de ellas a casa. Como si lo hacía sin más se iba a notar su ausencia, apenas llegar a su habitación desmontó la percha y la escondió en un hueco en el falso techo que en visitas anteriores había localizado. De inmediato llamó a recepción y dijo que en su habitación no había ese elemento que él utilizaba con frecuencia, el servicio de habitaciones acudió y comprobó que, en efecto, no estaba allí. Rápidamente le llevaron otra. El cliente el día de su partida sacó del escondite la percha, la metió en la maleta y salió tranquilamente del hotel.
En algunos hoteles han comprobado robos que requieren el uso de destornilladores y otras herramientas para llevarse cuadros, picaportes, secadores de pelo, toalleros, espejos, aparatos electrodomésticos y de música, etc. Un lugar especialmente peligroso es la sala business de los hoteles para ejecutivos, donde han llegado a desaparecer ordenadores e impresoras, además, claro, de paquetes enteros de folios. Lo curioso es que la mayoría de estos cleptómanos no tienen conciencia de haber robado sino de haberse llevado un recuerdo.
Pero, afortunadamente, la mayoría de esos recuerdos son de escasa importancia, aunque poco a poco van sumando una cifra. La cadena Holiday Inn, por ejemplo reconoció en 2008 que habían desaparecido más de medio millón de toallas. Cualquier hotel de tipo medio tiene un gasto anual en amenities que supera los 200.000 euros, claro que, en este caso se considera que entran en el costo de la habitación. Cuanto mejor es el diseño o la marca de los productos, antes desaparecen, a veces todo lo ofrecido cada uno de los días. Algunos hoteles de marca que tienen productos de calidad los tienen a la venta en la boutique del lobby y se puede encontrar de todo con la firma del hotel, desde muebles y vajillas a albornoces y almohadas.
Los expertos en llevarse cosas de los hoteles conocen algunos trucos para no despertar sospechas, como hacer desaparecer en un descuido alguna toalla o albornoz, o pequeñas botellitas de licor del carrito en el pasillo cuando se están limpiando o reponiendo las habitaciones. También llevarse piezas de vajilla o cubertería de las bandejas del room service que dejan en el pasillo otros clientes tras haber sido utilizadas. Los pequeños saleros y los cuencos donde poner un huevo pasado por agua suelen causar furor. Los hurtos también llegan al buffet de desayuno, donde no solo se organizan bocadillos para el mediodía, pese a que la mayoría de los hoteles prohiben sacar comidas, sino que también se llevan tarritos de mermelada, quesitos y estuches con panecillos.
El minibar es también una tentación. No es infrecuente que algún cliente consuma una botellita de ginebra o vodka y la rellene de agua, cuidando de dejar bien disimulado el tapón de rosca que las cerraba. O que haga lo mismo con las de whisky o coñac sustituyendo el alcohol por té o algún otro líquido menos conveniente de color amarillento.
Las medidas contra estos robos que terminan suponiendo una cifra de gastos considerable en muchos hoteles son complicadas. En muchos hoteles es imposible llevarse las perchas ya que constan de dos partes y una de ellas está fija a la barra, la otra no tiene utilidad sin la primera. Otros han optado por instalar pequeños micro chips en toallas y albornoces que “cantan” al salir del hotel. En algunos minibares hay un sistema electrónico que registra automáticamente en la cuenta del cliente el uso de cada botellita al sacarla del estante. En un hotel de Tokio, un cliente audaz comprobó que las botellas se podían sacar de manera complicada por la parte de atrás, sin que el mecanismo registrara la salida. Para su sorpresa al pagar la factura, no tuvo en cuenta que el ultramoderno hotel, seguía teniendo personal que se limitaba a contar las botellas de cada neverita, como se ha hecho toda la vida.
Según el estudio de Jetcost, más de un 81% de los españoles reconocen que alguna vez se han llevado algo de un hotel, mientras que los daneses son aparentemente, los huéspedes con más escrúpulos, puesto que un 88% de ellos afirma que jamás han robado nada de sus habitaciones de hotel. Este cuadro de honor es seguido por holandeses y noruegos, en un 85% y un 84% respectivamente, quienes afirmaron que jamás se llevaron de los hoteles nada. El 69% de los británicos ha robado alguna vez objetos de los hoteles donde se han alojado.
Pero la audacia de algunos ladrones de hotel aficionados tiene a veces el estilo de auténticos profesionales. Un veterano conserje de uno de los hoteles de lujo más conocidos de Madrid contaba la “hazaña” de un cliente habitual. El hombre se había encaprichado de la percha planchador de pantalones que había en las mejores habitaciones y se propuso llevarse una de ellas a casa. Como si lo hacía sin más se iba a notar su ausencia, apenas llegar a su habitación desmontó la percha y la escondió en un hueco en el falso techo que en visitas anteriores había localizado. De inmediato llamó a recepción y dijo que en su habitación no había ese elemento que él utilizaba con frecuencia, el servicio de habitaciones acudió y comprobó que, en efecto, no estaba allí. Rápidamente le llevaron otra. El cliente el día de su partida sacó del escondite la percha, la metió en la maleta y salió tranquilamente del hotel.
En algunos hoteles han comprobado robos que requieren el uso de destornilladores y otras herramientas para llevarse cuadros, picaportes, secadores de pelo, toalleros, espejos, aparatos electrodomésticos y de música, etc. Un lugar especialmente peligroso es la sala business de los hoteles para ejecutivos, donde han llegado a desaparecer ordenadores e impresoras, además, claro, de paquetes enteros de folios. Lo curioso es que la mayoría de estos cleptómanos no tienen conciencia de haber robado sino de haberse llevado un recuerdo.
Pero, afortunadamente, la mayoría de esos recuerdos son de escasa importancia, aunque poco a poco van sumando una cifra. La cadena Holiday Inn, por ejemplo reconoció en 2008 que habían desaparecido más de medio millón de toallas. Cualquier hotel de tipo medio tiene un gasto anual en amenities que supera los 200.000 euros, claro que, en este caso se considera que entran en el costo de la habitación. Cuanto mejor es el diseño o la marca de los productos, antes desaparecen, a veces todo lo ofrecido cada uno de los días. Algunos hoteles de marca que tienen productos de calidad los tienen a la venta en la boutique del lobby y se puede encontrar de todo con la firma del hotel, desde muebles y vajillas a albornoces y almohadas.
Los expertos en llevarse cosas de los hoteles conocen algunos trucos para no despertar sospechas, como hacer desaparecer en un descuido alguna toalla o albornoz, o pequeñas botellitas de licor del carrito en el pasillo cuando se están limpiando o reponiendo las habitaciones. También llevarse piezas de vajilla o cubertería de las bandejas del room service que dejan en el pasillo otros clientes tras haber sido utilizadas. Los pequeños saleros y los cuencos donde poner un huevo pasado por agua suelen causar furor. Los hurtos también llegan al buffet de desayuno, donde no solo se organizan bocadillos para el mediodía, pese a que la mayoría de los hoteles prohiben sacar comidas, sino que también se llevan tarritos de mermelada, quesitos y estuches con panecillos.
El minibar es también una tentación. No es infrecuente que algún cliente consuma una botellita de ginebra o vodka y la rellene de agua, cuidando de dejar bien disimulado el tapón de rosca que las cerraba. O que haga lo mismo con las de whisky o coñac sustituyendo el alcohol por té o algún otro líquido menos conveniente de color amarillento.
Las medidas contra estos robos que terminan suponiendo una cifra de gastos considerable en muchos hoteles son complicadas. En muchos hoteles es imposible llevarse las perchas ya que constan de dos partes y una de ellas está fija a la barra, la otra no tiene utilidad sin la primera. Otros han optado por instalar pequeños micro chips en toallas y albornoces que “cantan” al salir del hotel. En algunos minibares hay un sistema electrónico que registra automáticamente en la cuenta del cliente el uso de cada botellita al sacarla del estante. En un hotel de Tokio, un cliente audaz comprobó que las botellas se podían sacar de manera complicada por la parte de atrás, sin que el mecanismo registrara la salida. Para su sorpresa al pagar la factura, no tuvo en cuenta que el ultramoderno hotel, seguía teniendo personal que se limitaba a contar las botellas de cada neverita, como se ha hecho toda la vida.
Según el estudio de Jetcost, más de un 81% de los españoles reconocen que alguna vez se han llevado algo de un hotel, mientras que los daneses son aparentemente, los huéspedes con más escrúpulos, puesto que un 88% de ellos afirma que jamás han robado nada de sus habitaciones de hotel. Este cuadro de honor es seguido por holandeses y noruegos, en un 85% y un 84% respectivamente, quienes afirmaron que jamás se llevaron de los hoteles nada. El 69% de los británicos ha robado alguna vez objetos de los hoteles donde se han alojado.
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