Radio San Sebastián: Estudio de Aranzadi sobre las piedras de Ondarreta
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Estudio de Aranzadi sobre las piedras de Ondarreta

La Sociedad de Ciencias ha presentado un estudio inédito sobre la problemática de las piedras de Ondarreta y su solución práctica y económica
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Viernes 26 de abril de 2013
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Para Aranzadi, el estudio del origen de las piedras molestas presentes en la playa de Ondarreta y la evolución del arenal, es imprescindible para comprender la raíz del problema y proponer soluciones prácticas dirigidas a una correcta gestión. Factores como la historia contemporánea de San Sebastián, la regata del Gorga que desembocaba en el extremo occidental, las extracciones de arena, tierra y piedras desde la playa, y las diversas construcciones que ocupaban la playa son aspectos fundamentales para comprender la verdadera problemática de la playa.
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Ante el inicio inminente de la Segunda Guerra Carlista, y la necesidad de instrucción de las tropas, en 1872 se instaló un nuevo campo de maniobras en los arenales de Ondarreta. Estas obras consistieron en la construcción de un muro de contención en fábrica de piedra (mampostería), delimitando, hacia el mar, la superficie del campo de maniobras que fue explanado con aporte de arena, tierra y cascotes (cota de +4,5-5 m), y se extendía por los actuales jardines y gran parte de la playa de Ondarreta (1,6 ha). A partir de 1888 en la zona occidental albergó la cárcel que se finalizó de desmantelar en 1954.
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Historia de la playa

En el análisis de las series de imágenes históricas del campo de maniobras de Ondarreta, se observan los repetidos destrozos, con arrastre hacia la orilla de cascotes y posteriores reparaciones del muro de costa. Lo mismo se desprende de los materiales examinados, en la parte baja del perfil (orilla) las piedras afloran entre las cotas +1 m y +2 m, y desde principios del verano de 2012 en la parte alta del perfil los cascotes con mayor tamaño medio y con cantos menos erosionados afloran entre las cotas +3 m y +4 m. La práctica totalidad se corresponden con elementos de construcción antiguos, aunque los más pequeños por su erosión podrían ser confundidos con cantos rodados o lajas desgastadas de una caliza margosa de origen natural, pero que en muchos casos conservan incluso restos de masa o mortero adheridos.

El cemento que se aprecia corresponde con el tipo Portland en algunos de los cascotes (como los ladrillos), que pudieron ser utilizados en arreglos del murallón, pero sobre todo se aprecian incrustaciones de cal hidráulica en varios materiales de manpostería. La clave estaría en la presencia de incrustaciones de mortero, en concreto de cal hidráulica empleada en construcciones en la segunda mitad del siglo XlX, en aquellas piedras con cantos rodados que se asemejan a naturales, y también de piezas de mampostería con marcas de haber sido canteadas o esculpidas por canteros. Los cascotes o escombros del antiguo muro de costa y del relleno para la explanación del campo de maniobras, arrastrados por el movimiento de la arena durante años se desplazan lentamente desde la zona alta de la playa hasta la orilla, donde sufren la erosión de las corrientes y del oleaje hasta convertirse en cantos rodados.
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Las cotas en las que aparecen las piedras molestas (escombros), cotas entre +1 m y +4 m, son muy superiores a las que corresponderían a la base de gravas de la playa, por lo que difícilmente podrían provenir de su removilización.

La presencia de piedras en las capas de arena de superficie, aunque tuviesen un origen natural, serían posteriores a la formación de la playa, por lo que no formarían parte del sustrato rocoso de la playa y su retirada no comprometería la estabilidad de la propia playa. La retirada de las piedras enterradas de ningún modo podría conllevar el arrastre de la arena con la consiguiente pérdida de material en dicha zona.

Con la aparición de las primeras piedras el proceso de erosión de la playa se acelera de manera exponencial, cuantas más piedras afloran más turbulencias o torbellinos se producen y mayor volumen de arena es arrastrado por la bajada de la ola al interior de la Bahía, hasta que las corrientes determinadas y el oleaje con tendencia a la sedimentación de la arena revierten el proceso volviendo a cubrir las piedras.

La presencia del relleno sedimentario estuarino está confirmada, y la hipótesis de que las piedra s de la playa pudieran haber sido arrastradas a través de la marisma por el Gorga (Konporta), y que sirve a su vez como medio poroso para el desagüe de escorrentía por la parte occidental de la playa queda descartada, porque las piedras presentes en la playa nunca atravesaron el estuario. Las excavaciones de las plantas de garaje de la zona de Ondarreta y Benta Berri confirman que bajo una capa superior de fango de un metro de espesor sólo existe arena sin piedras.
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Tras 140 años de agresiones las autoridades apenas se han preocupado de retirar los cascotes de esta playa marginal. Un problema similar existió en el sector suroccidental de la playa de La Concha en la segunda mitad el siglo XlX. El problema se solucionó construyendo muros de contención y retirando las piedras con miles de carretadas.

La presencia de un manto protector de arena disipa la energía de los temporales del Cantábrico. La retirada de arena de la zona alta de la playa para tapar las piedras de la orilla, rebajando la barrera de protección actual, podría comprometer la estabilidad del paseo de los jardines (cota +5 m), diseñado a cota de 7 m inferior al paseo de La Concha (cota +12 m), y afectar a las instalaciones fijas como paseo, cabinas, escaleras y rampas de acceso.

Para poder interpretar la dinámica natural de la masa de arena en la bahía de La Concha se tendría que realizar un seguimiento a largo plazo. Los estudios enfocados a analizar exclusivamente la topografía y la batimetría, así como el movimiento o distribución de la arena con medidas de los niveles, parten con conclusiones preconcebidas, donde la supuesta falta de arena dejaría al descubierto un lecho de piedras considerado natural, “la base de gravas de la playa”, para lo que se proponen medidas provisionales como realizar aportes de arena para cubrir de manera temporal las piedras. Pero el problema no es la distribución de la arena, el problema son los escombros que antes o después siempre afloran, al ser elementos extraños que ocupan un lugar que no les corresponde en este enclave. En definitiva, la playa tiene un exceso de acumulación de escombros que por medios naturales es incapaz de asimilar.

Conclusiones

Las conclusiones generales determinan que, tras el análisis de campo de los materiales, se estima que la casi totalidad de la masa de piedras molestas que afloran en el arenal de Ondarreta tienen un origen antrópico, y que en realidad se tratan de escombros generados por actividades humanas realizadas en el entorno sobre todo en los últimos 140 años. El resto, una ínfima fracción residual se podría corresponder con pequeñas piedras desprendidas y proyectadas de manera natural por la erosión del oleaje sobre los acantilados, las rocas sumergidas y la rasa intermareal.

Aproximadamente el 90-95% de los escombros son consecuencia de una actividad concreta; el campo de maniobras para la instrucción del ejército que se instaló en Ondarreta en 1872. La explanada también se utilizó como pista de atletismo, aeródromo, hipódromo, campo hípico y campo de fútbol. El 5-10% de las agresiones restantes es de origen diverso, como los intentos de construcción del dique semisumergido “El Pasillo” en la entrada oeste de la Bahía (1820-1870), la cantera de Arbizketa o Arrobi que ocupaba toda la ladera bajo Torre Satrustegi (<1569-1887), la cantera de Arroka-Aundi en lo que hoy es la plaza del Funicular (1881), el colector de la regata Konporta “La Alcantarilla” (1915), paseo de los jardines y paseo del Tenis (1925)…, incluso una vía férrea estrecha (0,8 m) atravesaba el arenal para trasladar materiales primero hasta la fábrica de botellas de Brunet, para elevar un poco el nivel de la parcela (1876), y más tarde hasta la c/ Matia, y en épocas más recientes los cascotes sobrantes de la demolición de la plataforma ilegal de la cafetería de Ondarreta (1994), derrumbe de la rampa del Tenis (2009), y piedras sin cribar del aparcamiento de la plaza de Cervantes (2010). La alternativa ideal para eliminar la totalidad de los escombros y solucionar para siempre el problema, implicaría movilizar unos 120.000 m3 de materiales (arena y piedras), para mediante cribado extraer y retirar todas las piedras a la escombrera o reciclarlas en la construcción, pero su elevado coste sería complicado de asimilar en la actualidad para las administraciones implicadas.
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Propuesta de actuación

La Propuesta de Actuación, más económica y ajustada a los recursos actuales, propone la retirada paulatina y repetida en el tiempo, mecánica o manual, de las piedras molestas que afloren integrada en el propio servicio de mantenimiento de la playa, tanto en invierno como en verano, cuando el nivel de la marea lo permita.

En el mercado existe maquinaria agrícola, las despedregadoras, aperos acoplables a los tractores del servicio de limpieza de playas que podrían facilitar dicha labor superficial de cribado. La tarea habría que prolongarla durante un período de 3-5 años para asegurar la retirada de la mayor parte de los escombros que afloran. Una vez realizada esta limpia se debería reperfilar la playa por empuje de la arena mediante máquinas topadoras (bulldozers), asemejando un perfil natural suave y de carácter disipativo, con suave pendiente continua desde la cota +4 m cercana al paseo (cota +5 m) hasta el límite inferior de la orilla con marea equinoccial de 0.00 m. Con esta acción de remover horizontes profundos es probable que aparecieran nuevas piedras (cascotes), que permanecen sepultadas en la zona alta de la playa bajo la capa superior de la arena, y que por supuesto también convendría retirar. Tras eliminar las piedras que afloren en la playa, habría que permitir que la dinámica natural de la playa siguiera su curso. El objetivo principal de la restauración sería restablecer los procesos y funciones ecológicas de la playa de Ondarreta, de tal manera que permitan el mantenimiento de un ecosistema autosuficiente integrado en el territorio.
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