Dirección:
Juan Antonio Bayona
Intérpretes:
Ewan McGregor, Naomi Watts, Tom Holland
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Maria (Naomi Watts), Henry (Ewan McGregor) y sus tres hijos comienzan sus vacaciones de invierno en Tailandia. En la mañana del 26 de diciembre, la familia se relaja en la piscina después del día de Navidad cuando el mar, convertido en un enorme y violento muro de agua negra, invade el recinto del hotel. Maria solo tiene tiempo de gritar “¡Henry, los niños!” antes de ser engullida por la ola.
Bajo el agua, Maria es golpeada y maltratada por los escombros hasta dejarla al borde de la muerte. Finalmente emerge en medio de un mar embravecido. Aguanta malherida agarrada al tronco de una palmera, convencida de que ha perdido a toda su familia. Pero entonces, su hijo mayor, Lucas, sale a la superficie unos metros más adelante.
Sin tiempo para asimilar lo incomprensible e inesperado del desastre natural que acaban de sufrir, Maria debe luchar contra todo por la supervivencia de su hijo y la suya propia.
Bajo el agua, Maria es golpeada y maltratada por los escombros hasta dejarla al borde de la muerte. Finalmente emerge en medio de un mar embravecido. Aguanta malherida agarrada al tronco de una palmera, convencida de que ha perdido a toda su familia. Pero entonces, su hijo mayor, Lucas, sale a la superficie unos metros más adelante.
Sin tiempo para asimilar lo incomprensible e inesperado del desastre natural que acaban de sufrir, Maria debe luchar contra todo por la supervivencia de su hijo y la suya propia.
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Introducción | por Juan Antonio Bayona
Hacer LO IMPOSIBLE ha sido un viaje emocional, un periplo que ha convertido una extraordinaria historia real en una aventura cinematográfica que a muchos nos ha transformado como cineastas y, aún más importante, como personas.
El 26 de diciembre de 2004 estaba muy lejos de Tailandia, en Barcelona, celebrando la Navidad con mi familia. Creo que hablo en boca de muchos cuando afirmo que algunas de las imágenes de aquellos días se quedaron grabadas en mi subconsciente para siempre. La estampa del mar devorando la tierra o de los barcos anclados en los tejados de los hoteles eran visiones surrealistas que desdibujaban las barreras entre lo posible y lo imposible y configuraban un mosaico del horror y el sufrimiento colectivo que apelaba directamente a nuestros miedos ancestrales.
Tres años después, Belén Atienza, la productora del filme, me relató la historia de María Belón. La había escuchado de su boca en un programa de radio que conmemoraba el tercer aniversario de la tragedia. A María la ola le había sorprendido en Khao Lak, al sur de Tailandia, junto a su marido Enrique y a sus tres hijos, Lucas, Tomás y Simón.
La impresión que me causó el relato supuso para mí un revés. Había algo en esa historia, una emoción, que me desarmaba antes incluso de llegar a articularla con palabras. Casi cinco años después, prácticamente el tiempo que nos ha llevado hacer la película, la emoción sigue intacta. Nunca pensé en hacer un filme sobre el tsunami, pero desde aquel momento contar la historia de María se convirtió para mí en una necesidad.
La logística del proyecto era tan compleja que no sabía por dónde empezar. Pero lejos de asustarme, el reto técnico me excitaba y tuve siempre la confianza de los productoras, de Apaches Entertainment y todo el grupo Mediaset España.
Tenía fe en la gente con la que había hecho EL ORFANATO, y repetí con gran parte del equipo. Encabezando la apuesta estaban Belén, que ha sido mi batería de repuesto en los momentos que ya no me quedaban pilas, Sandra Hermida, Sergio G. Sánchez y María Belón. Sin estos pilares jamás habría hecho la película.
El proceso de guión fue una búsqueda, pero siempre me aferré a una línea de acción muy clara de la historia de María, alrededor de la que Sergio, siempre con una sensibilidad infinita, modeló el guión. Me interesaban los detalles. No quería contar lo que ya había visto en las noticias. No quería hablar de la ola, quería hablar de las personas. Sabía que la emoción provenía de ahí, y trabajamos codo con codo con María, que nos desgranaba poco a poco el relato en migajas. Yo, como en el cuento, las recogía. Y, si en alguna ocasión me apartaba del sendero, ella podía convertirse en el peor ogro que uno pueda imaginar. No era para menos. A ella le había tocado el duro papel de ser la guardiana de todos aquellos a los que les hubiera gustado contar su historia y no pudieron hacerlo.
En nuestro primer viaje a Tailandia nos dimos cuenta de que íbamos con ideas preconcebidas que no se ajustaban a la realidad. Agradezco profundamente la colaboración de las gentes de Tailandia, de los supervivientes, de las víctimas directas e indirectas, de los familiares y amigos de las personas a las que se llevó el tsunami.
Me acerqué a ellos desde un respeto que se convirtió muy pronto en admiración, y nos ayudaron a tumbar todas esas presuposiciones porque sólo ellos saben el auténtico sufrimiento que acarreó el desastre de 2004.
Lo hemos hecho lo mejor que hemos sabido, pero somos conscientes de que no habrá nunca una película que haga justicia a todo ese dolor.
Hacer LO IMPOSIBLE ha sido un viaje emocional, un periplo que ha convertido una extraordinaria historia real en una aventura cinematográfica que a muchos nos ha transformado como cineastas y, aún más importante, como personas.
El 26 de diciembre de 2004 estaba muy lejos de Tailandia, en Barcelona, celebrando la Navidad con mi familia. Creo que hablo en boca de muchos cuando afirmo que algunas de las imágenes de aquellos días se quedaron grabadas en mi subconsciente para siempre. La estampa del mar devorando la tierra o de los barcos anclados en los tejados de los hoteles eran visiones surrealistas que desdibujaban las barreras entre lo posible y lo imposible y configuraban un mosaico del horror y el sufrimiento colectivo que apelaba directamente a nuestros miedos ancestrales.
Tres años después, Belén Atienza, la productora del filme, me relató la historia de María Belón. La había escuchado de su boca en un programa de radio que conmemoraba el tercer aniversario de la tragedia. A María la ola le había sorprendido en Khao Lak, al sur de Tailandia, junto a su marido Enrique y a sus tres hijos, Lucas, Tomás y Simón.
La impresión que me causó el relato supuso para mí un revés. Había algo en esa historia, una emoción, que me desarmaba antes incluso de llegar a articularla con palabras. Casi cinco años después, prácticamente el tiempo que nos ha llevado hacer la película, la emoción sigue intacta. Nunca pensé en hacer un filme sobre el tsunami, pero desde aquel momento contar la historia de María se convirtió para mí en una necesidad.
La logística del proyecto era tan compleja que no sabía por dónde empezar. Pero lejos de asustarme, el reto técnico me excitaba y tuve siempre la confianza de los productoras, de Apaches Entertainment y todo el grupo Mediaset España.
Tenía fe en la gente con la que había hecho EL ORFANATO, y repetí con gran parte del equipo. Encabezando la apuesta estaban Belén, que ha sido mi batería de repuesto en los momentos que ya no me quedaban pilas, Sandra Hermida, Sergio G. Sánchez y María Belón. Sin estos pilares jamás habría hecho la película.
El proceso de guión fue una búsqueda, pero siempre me aferré a una línea de acción muy clara de la historia de María, alrededor de la que Sergio, siempre con una sensibilidad infinita, modeló el guión. Me interesaban los detalles. No quería contar lo que ya había visto en las noticias. No quería hablar de la ola, quería hablar de las personas. Sabía que la emoción provenía de ahí, y trabajamos codo con codo con María, que nos desgranaba poco a poco el relato en migajas. Yo, como en el cuento, las recogía. Y, si en alguna ocasión me apartaba del sendero, ella podía convertirse en el peor ogro que uno pueda imaginar. No era para menos. A ella le había tocado el duro papel de ser la guardiana de todos aquellos a los que les hubiera gustado contar su historia y no pudieron hacerlo.
En nuestro primer viaje a Tailandia nos dimos cuenta de que íbamos con ideas preconcebidas que no se ajustaban a la realidad. Agradezco profundamente la colaboración de las gentes de Tailandia, de los supervivientes, de las víctimas directas e indirectas, de los familiares y amigos de las personas a las que se llevó el tsunami.
Me acerqué a ellos desde un respeto que se convirtió muy pronto en admiración, y nos ayudaron a tumbar todas esas presuposiciones porque sólo ellos saben el auténtico sufrimiento que acarreó el desastre de 2004.
Lo hemos hecho lo mejor que hemos sabido, pero somos conscientes de que no habrá nunca una película que haga justicia a todo ese dolor.
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26 de diciembre de 2004
El 26 de diciembre de 2004, a las 7.58 h. (hora local) se produce un terremoto con epicentro en la costa oeste de Sumatra (Indonesia) a una profundidad de 30 kilómetros por debajo del nivel del mar. Es el segundo terremoto más grande (9,15 en la escala de Richter) desde que existen mediciones y el más largo (de 8 a 10 minutos) registrado en toda la historia después del de 1960 en Valdivia, Chile.
Hasta esa fecha, todos los terremotos superiores a 9 grados generaron tsunamis en el Océano Pacífico, pero ninguno provocó un número de muertos tan elevado como éste. El terremoto tuvo la potencia de más de 23.000 bombas atómicas y generó la ola más alta de las últimas cuatro décadas.
Una investigación reciente realizada por Naciones Unidas estima en 229.866 el total de pérdidas humanas, incluyendo 186.983 muertos y 42.883 personas desaparecidas. Los heridos fueron 510.000, y 2.000.000 personas perdieron su hogar en trece países diferentes. Según estos datos, el tsunami es el noveno desastre natural más mortal de la historia moderna.
.El 26 de diciembre de 2004, a las 7.58 h. (hora local) se produce un terremoto con epicentro en la costa oeste de Sumatra (Indonesia) a una profundidad de 30 kilómetros por debajo del nivel del mar. Es el segundo terremoto más grande (9,15 en la escala de Richter) desde que existen mediciones y el más largo (de 8 a 10 minutos) registrado en toda la historia después del de 1960 en Valdivia, Chile.
Hasta esa fecha, todos los terremotos superiores a 9 grados generaron tsunamis en el Océano Pacífico, pero ninguno provocó un número de muertos tan elevado como éste. El terremoto tuvo la potencia de más de 23.000 bombas atómicas y generó la ola más alta de las últimas cuatro décadas.
Una investigación reciente realizada por Naciones Unidas estima en 229.866 el total de pérdidas humanas, incluyendo 186.983 muertos y 42.883 personas desaparecidas. Los heridos fueron 510.000, y 2.000.000 personas perdieron su hogar en trece países diferentes. Según estos datos, el tsunami es el noveno desastre natural más mortal de la historia moderna.
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